sábado, 27 de noviembre de 2010

No queda nada.

Encerrada en un bucle sin salida, en una cárcel suicida con barrotes de agua imposibles de romper.
Una silla eléctrica, condenada a vivir en ella hasta que muera de por si.
El cauce de un río interminable llevando mi historia al fin de los días, transportándome poco a poco al infierno.
Una luz cegadora que baila sobre tu piel cegando mis ojos y en un instante me enamoras.
Perdiendo la razón por segundos, al notar como mi vida se reduce a ti.
Intentando recuperar la respiración, el aliento que me quitaste con tus besos.
Procurando devolver el tiempo a su sitio.
Mi padre me dijo que era un ángel. Un ángel caído que no se merecía sufrir absolutamente nada.
Papá, ¿porqué no me avisaste de que había demonios que podían hacerme daño?
¿Porqué me negaste la realidad? ¿Eh? ¿Papá?...
Papá ya no está.
Ella ya no está.
Tú tampoco estás.
¿Quién me queda ahora?

No hay comentarios:

Publicar un comentario